La primera edición cubana de este libro, "Cuentos negros de Cuba", data de 1940. Como explicara Fernando Ortiz, no se trata de piezas primordialmente religiosas, pues en ellas predomina la recreación de mitos inmemoriales, el relato folklórico y la fábula, tal como las que antaño dieron su fama a Esopo. Algunos cuentos, sin embargo, son de personajes humanos “en los cuales la mitología entra secundariamente”. Y aunque la mayor parte de los relatos coleccionados por la autora son de origen yoruba, la evidente huella de la civilización de los blancos que aparece en varios, nos hace constatar ese fenómeno que tan magistralmente conceptualizó nuestro “tercer descubridor” como transculturación. Legando su lenguaje más bien linajudo a la ironía, la perseverancia, la resolución moral, el carácter abierto y el desprecio a los prejuicios de sus personajes; con esta obra, Lydia Cabrera ha concebido un hito de nuestra narrativa breve y un rico aporte a la literatura folklórica de Cuba, pues como dijera don Fernando: “… la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: «Chivo que rompe tambor con su pellejo paga».”
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