En la vida política de México, ningún otro autor ha tenido un lugar semejante. Fiero liberal, nacionalista sagaz y prudente, constructor de instituciones, motor cultural y educativo, Daniel Cosío Villegas fue un crítico implacable hasta en los momentos más recalcitrantes de la in tolerancia; enemigo de los usos del poder como cotos privados, luchó siempre por mantener públicos los asuntos de la res publica y distinguir con claridad los ámbitos de lo público y lo privado; incluso a pesar de la impopularidad de su doctrina, jamás abjuró de su pura tradición liberal. El tiempo supo darle la razón y lugar. Su vida y su obra quedan como herencia invaluable, tanto en el terreno de la historia de las ideas como para la honesta construcción de este país.
Con largas pinceladas históricas y con minuciosa orfebrería intelectual, Enrique Krauze en efecto ha logrado recuperar un puntal de nuestra heredad, pero su voluntad va todavía más allá: la herencia intelectual cobra un nuevo sentido si logra “que anime y aliente en algún joven lector el deseo de emular a aquel viejo de la tribu que construyó, en buena medida, la casa intelectual que todavía habitamos. “Hacer algo por México”, moverse tras una obra de beneficio colectivo”. Esas frases vocacionales de Cosío Villegas no pueden ser, no deben ser materia de olvido sino de esperanza y renovación”