Desde un lugar de privilegiado –el tendido de la Plaza de Toros San
Pedro-, asistí a las «Semanas Zacatecas en la Cultura»,
especialmente a la V Semana, a la II Muestra Artesanal y a la Primera
Exhibición de Danzas y Bailes de Zacatecas, comprobando con
«alegría de la buena», cómo sucedió la «Conjunción de asombros
de Dos Mundos», en contacto continuado de siglos de la entremezclada intimidad
de dos universos antes desconocidos entre sí, que dieron origen a esta realidad
inimaginable y palpitante en México, donde nacieron las mil claves de un misterio
profético y cósmico, colosal y sencillo, figuras de mágicos poderes que irradian
una lógica impensable del pensamiento religioso de Moctezuma, el que
anunciaba a Quetzalcóatl, el que decía:
«Nada ocurre ni puede ocurrir que no estuviera previsto»; y así: «El
Conquistador esa Quetzalcóatl que volvía, tal y como estaba escrito»…, aunque
ello resultara de «un terrible poder paralizante de la actividad», pero hereditario
patrimonio cultural, que unido con el tiempo a la riquísima cultura indígena,
produciría una cascada de encantamientos, de fulgores esplendorosos. Y es así
cómo, en Zacatecas, se sigue viviendo cada día una singular creación colectiva
de una Nación cuya gente notable, ansiosa de escapar a las limitaciones del
tiempo y del espacio, se dispara hacia lo divino deshojando los pétalos de la flor
más hermosa: La Cultura.
Pedro-, asistí a las «Semanas Zacatecas en la Cultura»,
especialmente a la V Semana, a la II Muestra Artesanal y a la Primera
Exhibición de Danzas y Bailes de Zacatecas, comprobando con
«alegría de la buena», cómo sucedió la «Conjunción de asombros
de Dos Mundos», en contacto continuado de siglos de la entremezclada intimidad
de dos universos antes desconocidos entre sí, que dieron origen a esta realidad
inimaginable y palpitante en México, donde nacieron las mil claves de un misterio
profético y cósmico, colosal y sencillo, figuras de mágicos poderes que irradian
una lógica impensable del pensamiento religioso de Moctezuma, el que
anunciaba a Quetzalcóatl, el que decía:
«Nada ocurre ni puede ocurrir que no estuviera previsto»; y así: «El
Conquistador esa Quetzalcóatl que volvía, tal y como estaba escrito»…, aunque
ello resultara de «un terrible poder paralizante de la actividad», pero hereditario
patrimonio cultural, que unido con el tiempo a la riquísima cultura indígena,
produciría una cascada de encantamientos, de fulgores esplendorosos. Y es así
cómo, en Zacatecas, se sigue viviendo cada día una singular creación colectiva
de una Nación cuya gente notable, ansiosa de escapar a las limitaciones del
tiempo y del espacio, se dispara hacia lo divino deshojando los pétalos de la flor
más hermosa: La Cultura.