Estamos en la «Nueva Era», empezó con la «Era de Acuario», esto implica un reposicionamiento de planetas que posibilita que ciertas frecuencias puedan llegar con mayor facilidad a la Tierra y que entre otras cosas puedan activar ciertos codones dormidos dentro de nuestro ADN. Para entender la «Nueva Era» tenemos que entender también a los «Sólidos Platónicos»; tradicionalmente considerados como tales en número de cinco, pero a los que habría que agregar otras figuras geométricas como la «Flor de la Vida» y el «Cubo de Metatrón». Los «Sólidos Platónicos», representan la perfección en la geometría, están proporcionados a nuestra imagen y semejanza, así como al de casi todos los entes biológicos y minerales desarrollados naturalmente.
La geometría del ADN permite sustentar la vida. El ADN es una molécula orgánica cuya estructura tiene la forma de una «doble hélice». Las moléculas de ADN son las unidades elementales a partir de las cuales se conforman los genes. Todo comienza por una escalera, hecha de escalones, llamados «bases nitrogenadas», que están ensambladas por dos pares complementarios armados en patrones de geometría muy específicos. Las «bases nitrogenadas» funcionan como un rompecabezas donde las piezas encajan por sus formas geométricas de determinada manera. A este ordenamiento geométrico en el ADN lo hemos denominado «Geometría Sagrada»; en el primer nivel de ordenamiento encontramos que las bases nitrogenadas están construidas en hexágonos y pentágonos. Una vista superior de la molécula de ADN nos muestra un decágono. Una estrella con diez aristas que, desde arriba, se ve así, pero, en 3D, lo que tenemos es un dodecaedro.
Para entender la «Geometría sagrada» y el ADN humano tenemos que definir lo que son los «codones». Estos son parejas de tres nucleótidos consecutivos que durante el proceso de traducción van a codificar un aminoácido determinado. Hay 64 codones diferentes por combinación de los 4 nucleótidos en cada una de las 3 posiciones del triplete. Los codones, son identificados como la unidad de código genético que decide qué aminoácido va a incorporarse en la síntesis de una proteína que conforma una célula.
De las 64 combinaciones, sólo 20 están activas. Los experimentos hechos por los rusos y en las teorías que estos han formulado abren la posibilidad de que se puedan activar codones desde la distancia.
Esta activación a distancia explicaría la presencia de los niños Índigo. Estos tendrían 24 codones activos, 4 más de lo normal. Cabe mencionar que todos tenemos la posibilidad de activar el resto de nuestro ADN que está «dormido», despertando así a un mayor nivel de conciencia y permitiéndonos tener una vida más rica en posibilidades, accediendo a poderes «milagrosos».
El ser humano original tenía doce hebras de ADN. Cuando se efectuó una intervención genética sobre ellos, hace cientos de miles de años, lo que se obtuvo fue ADN de hélices dobles. Este diseño inteligente desaprueba, al menos parcialmente, la evolución de las especies de Darwin.
Al rastrear el registro evolutivo vertical del ser humano y otros genomas, se descubrió, que el genoma humano tiene 223 genes que no tienen predecesores. Estos han tratado de ser explicados por los científicos, no a través de la evolución gradual, no verticalmente, por el Árbol de la Vida, sino horizontalmente por una inserción lateral de material genético desde las bacterias. A este detalle genético hay que agregar que en la actualidad hay quienes piensan que no existe un ancestro común entre las diferentes razas humanas del planeta. El Homo Sapiens apareció en cinco lugares diferentes en la Tierra, al mismo tiempo, dando origen a las cinco las razas que existen en la actualidad. Estos humanos evolucionados fueron los «Adán» de la Biblia, que serían el resultado de diferentes intervenciones genéticas. La aparición del Homus Sapins parece que hubiera seguido un derrotero marcado por la geometría, en donde encontramos ésta, a lo largo de toda su genéti
La geometría del ADN permite sustentar la vida. El ADN es una molécula orgánica cuya estructura tiene la forma de una «doble hélice». Las moléculas de ADN son las unidades elementales a partir de las cuales se conforman los genes. Todo comienza por una escalera, hecha de escalones, llamados «bases nitrogenadas», que están ensambladas por dos pares complementarios armados en patrones de geometría muy específicos. Las «bases nitrogenadas» funcionan como un rompecabezas donde las piezas encajan por sus formas geométricas de determinada manera. A este ordenamiento geométrico en el ADN lo hemos denominado «Geometría Sagrada»; en el primer nivel de ordenamiento encontramos que las bases nitrogenadas están construidas en hexágonos y pentágonos. Una vista superior de la molécula de ADN nos muestra un decágono. Una estrella con diez aristas que, desde arriba, se ve así, pero, en 3D, lo que tenemos es un dodecaedro.
Para entender la «Geometría sagrada» y el ADN humano tenemos que definir lo que son los «codones». Estos son parejas de tres nucleótidos consecutivos que durante el proceso de traducción van a codificar un aminoácido determinado. Hay 64 codones diferentes por combinación de los 4 nucleótidos en cada una de las 3 posiciones del triplete. Los codones, son identificados como la unidad de código genético que decide qué aminoácido va a incorporarse en la síntesis de una proteína que conforma una célula.
De las 64 combinaciones, sólo 20 están activas. Los experimentos hechos por los rusos y en las teorías que estos han formulado abren la posibilidad de que se puedan activar codones desde la distancia.
Esta activación a distancia explicaría la presencia de los niños Índigo. Estos tendrían 24 codones activos, 4 más de lo normal. Cabe mencionar que todos tenemos la posibilidad de activar el resto de nuestro ADN que está «dormido», despertando así a un mayor nivel de conciencia y permitiéndonos tener una vida más rica en posibilidades, accediendo a poderes «milagrosos».
El ser humano original tenía doce hebras de ADN. Cuando se efectuó una intervención genética sobre ellos, hace cientos de miles de años, lo que se obtuvo fue ADN de hélices dobles. Este diseño inteligente desaprueba, al menos parcialmente, la evolución de las especies de Darwin.
Al rastrear el registro evolutivo vertical del ser humano y otros genomas, se descubrió, que el genoma humano tiene 223 genes que no tienen predecesores. Estos han tratado de ser explicados por los científicos, no a través de la evolución gradual, no verticalmente, por el Árbol de la Vida, sino horizontalmente por una inserción lateral de material genético desde las bacterias. A este detalle genético hay que agregar que en la actualidad hay quienes piensan que no existe un ancestro común entre las diferentes razas humanas del planeta. El Homo Sapiens apareció en cinco lugares diferentes en la Tierra, al mismo tiempo, dando origen a las cinco las razas que existen en la actualidad. Estos humanos evolucionados fueron los «Adán» de la Biblia, que serían el resultado de diferentes intervenciones genéticas. La aparición del Homus Sapins parece que hubiera seguido un derrotero marcado por la geometría, en donde encontramos ésta, a lo largo de toda su genéti