¿Cómo nos damos cuenta que estamos vivos? ¿Qué es lo que hace que cada mañana nos levantemos y acudamos a nuestro trabajo con la esperanza que será un día diferente? En el presente cuento en donde se muestran realidad y fantasía fusionadas, Agustín encarna la simpleza de lo cotidiano, de lo que nos es conocido y familiar, pero al mismo tiempo representa las angustias, tristezas y distancias que todos llevamos escondidas en el rincón de los sueños perdidos.
La realidad cotidiana en la que se desempeñaba meticulosamente como conductor de locomotora no es menos agobiante y al mismo tiempo desesperanzada, que la vacuidad de la celda del hospital psiquiátrico en donde se encuentra recluido. Y es que el destino es intransigente y no admite concesiones ni da espera, pero de vez en cuando nos gasta una broma y nos pone a prueba, solo para darnos cuenta que nuestra anhelada y radiante realidad, no es más que otro sueño sumergido en una pesadilla de la cual solo hallamos al despertar preguntas cada vez mas profundas.
La realidad cotidiana en la que se desempeñaba meticulosamente como conductor de locomotora no es menos agobiante y al mismo tiempo desesperanzada, que la vacuidad de la celda del hospital psiquiátrico en donde se encuentra recluido. Y es que el destino es intransigente y no admite concesiones ni da espera, pero de vez en cuando nos gasta una broma y nos pone a prueba, solo para darnos cuenta que nuestra anhelada y radiante realidad, no es más que otro sueño sumergido en una pesadilla de la cual solo hallamos al despertar preguntas cada vez mas profundas.