CÓMO ATRAVESAR UN ESPEJO SIN QUE SE HAGA AÑICOS
Francisco Fenoy es un “peregrino de aires” que lleva asumida su nostalgia como una esplendorosa identidad: sólo lo que fue es, y ahí reside lo eterno, afirma en versos de difícil transparencia, a la vez luminosos y misteriosos como la luz del día:
“En gozosa mirada
la sangre crece y gira y gira
con esas alas de la infancia…”
Sólo la infancia dura en el hombre a quien la vida no ha secado su corazón; y la infancia, tema recurrente en Francisco Fenoy, logra encaramarse a unos versos grandiosos y sencillos, en los que a veces se entreteje un encantador diálogo a tres bandas entre ese niño que no ha muerto jamás, su madre y la vida:
“La luz era la vida misma.
Lo dice el aire de esta calle y de esta casa;
Época en vivir como una ola viva.
Limpio de sal y de vinagre
Y colmado de rosa en síntesis
Sin topes, lenta y firme en plática con la madre”.
La hondura de este poeta andalusí no parece tener límites, a poco que uno se deje seducir por la resonancia de sus palabras, en apariencia simples, pero en realidad talismánicas, pues capaces son de hacernos atravesar nuestros propios espejos sin romperlos ni mancharlos. ¡Qué hermosa capacidad la suya, la de abrirnos las lejanas fosas de lo que fue para que hallemos en ellas no cadáveres, sino rosas encendidas y refulgentes!:
Del prólogo de José León Cano
Francisco Fenoy es un “peregrino de aires” que lleva asumida su nostalgia como una esplendorosa identidad: sólo lo que fue es, y ahí reside lo eterno, afirma en versos de difícil transparencia, a la vez luminosos y misteriosos como la luz del día:
“En gozosa mirada
la sangre crece y gira y gira
con esas alas de la infancia…”
Sólo la infancia dura en el hombre a quien la vida no ha secado su corazón; y la infancia, tema recurrente en Francisco Fenoy, logra encaramarse a unos versos grandiosos y sencillos, en los que a veces se entreteje un encantador diálogo a tres bandas entre ese niño que no ha muerto jamás, su madre y la vida:
“La luz era la vida misma.
Lo dice el aire de esta calle y de esta casa;
Época en vivir como una ola viva.
Limpio de sal y de vinagre
Y colmado de rosa en síntesis
Sin topes, lenta y firme en plática con la madre”.
La hondura de este poeta andalusí no parece tener límites, a poco que uno se deje seducir por la resonancia de sus palabras, en apariencia simples, pero en realidad talismánicas, pues capaces son de hacernos atravesar nuestros propios espejos sin romperlos ni mancharlos. ¡Qué hermosa capacidad la suya, la de abrirnos las lejanas fosas de lo que fue para que hallemos en ellas no cadáveres, sino rosas encendidas y refulgentes!:
Del prólogo de José León Cano