A partir del análisis de los mecanismos usados por los mercaderes y bancos de Lima para lograr una posición ventajosa dentro de la sociedad colonial, este libro ofrece una explicación sobre la naturaleza de las relaciones entre el Perú y el imperio español en el siglo XVII. Este siglo es particularmente interesante como período histórico por el marcado contraste entre España y sus posesiones de ultramar. Mientras la primera sufría una profunda crisis, los territorios americanos -especialmente México y Perú- fueron capaces de diversificar sus economías y alcanzar cierto grado de autonomía en su relación con la Península. Fueron varios los síntomas de la fragilidad de España en América: la mayor parte de las ganancias del tráfico atlántico recayeron en manos de franceses, ingleses, holandeses y mercaderes americanos; una fracción importante de los ingresos estatales se retuvo en el espacio virreinal; la burocracia dio síntomas de ineficiencia y, finalmente, milicias -y no un ejército regular-se encargaron de la defensa del territorio. ¿Por qué, entonces, se mantuvo el nexo colonial? Una probable respuesta es que España delegó funciones y compartió el poder con las élites criollas. Así, si el nexo colonial se mantuvo en el siglo XVII, fue debido a la debilidad de la corona, que permitió que las élites virreinales participaran crecientemente del poder y la riqueza americana. Basado en una exhaustiva e innovadora investigación documental, este libro analiza cómo se articuló la élite mercantil y financiera de Lima, y en qué términos se relacionó con el estado virreinal en el siglo XVII. Son dos los temas centrales que se desarrollan en la presente obra. En primer lugar, el crédito, que fue el que posibilitó la formación de grandes consorcios mercantiles en el interior del virreinato y, en consecuencia, la consolidación de un sector emergente de la sociedad peruana; una de las grandes contribuciones de este libro es que demuestra la existencia de siete bancos en Lima, de manera que la capital virreinal fue la única plaza americana que contó con estas entidades financieras en el siglo XVII. En segundo lugar, la intervención de los mercaderes y bancos en las funciones del estado, que les permitió tomar decisiones políticas que los llevarían a defender sus propios intereses y a socavar el régimen de flotas y galeones.
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