En Cuba, la isla hermosa del ardiente sol, bajo su cielo azul....
...la ilusión de la mayoría es dejar el cielo azul, y encontrar uno con nubarrones, pero en el que puedan, al menos, vegetar.
Sin trompetas ni tambores, La Habana despertaba con la brisa del Caribe. Y, con el alba, aparecían las palmeras borrachas de sol (Agustín Lara), la arena dorada que añoran en Miami, las olas que llevan a Torrevieja el mensaje de amor, y las mujeres con poca ropa con las que sueñan en México, ésas que dicen: “cosa más grande, caballero”, y le llenan de orgullo a un eunuco.
El sol matutino también bañaba las antiguas mansiones de los cuentos del abuelo: enormes edificios, antaño rutilantes, bordeando las avenidas con palmeras, convertidos en multifamiliares, llenos de miseria.
Mientras media España soñaba con la isla; con las leyendas de sus parientes que se hicieron ricos, con una guerra que se perdió pero que fue heroica, como todas las derrotas; los cubanos soñaban con Miami, con comer carne molida, aunque fuese de incierto animal, en un pan que no sabe a ningún cereal, y beber el segundo ingrediente de un “cuba libre”, que nadie recuerda quién y por qué lo mezcló con ron, ni la razón para bautizarlo con tal nombre.
Si nos atenemos a las leyendas sobre el “nombrecito”, podemos incluir a Cristobal Colón en la lista de creadores de la “Cuba Libre”, la anterior a Fidel, que tampoco era muy libre, pero sí amiga de los norteamericanos, los que otorgan franquicias de “libertad”. Porque ellos tienen “la estatua”.
El anhelo de muchos es salir, porque comer propaganda y discursos es poco alimenticio, y el medio puede ser una balsa o un bote, aunque hay quienes “usan otros”. Si no estás muy buena, no será muy factible que bailes en El Tropicana, y puedas escaparte en una de las giras, o que un productor mejicano, de telenovelas, te “descubra”, o que tú te “descubras” para él. Y si no eres atleta, no te llevan a las olimpiadas, por lo que debes buscar otra vía.
El fin justifica los medios, incluso cuando éstos sean un tanto.... “como aquí se describen”.
Esta ficción se basa en multitud de historias verdaderas, de las cuales yo conozco, de cerca, una, y de oídas: dos o tres. Ésta es tan imaginaria, que resulta más creíble que las auténticas.
...la ilusión de la mayoría es dejar el cielo azul, y encontrar uno con nubarrones, pero en el que puedan, al menos, vegetar.
Sin trompetas ni tambores, La Habana despertaba con la brisa del Caribe. Y, con el alba, aparecían las palmeras borrachas de sol (Agustín Lara), la arena dorada que añoran en Miami, las olas que llevan a Torrevieja el mensaje de amor, y las mujeres con poca ropa con las que sueñan en México, ésas que dicen: “cosa más grande, caballero”, y le llenan de orgullo a un eunuco.
El sol matutino también bañaba las antiguas mansiones de los cuentos del abuelo: enormes edificios, antaño rutilantes, bordeando las avenidas con palmeras, convertidos en multifamiliares, llenos de miseria.
Mientras media España soñaba con la isla; con las leyendas de sus parientes que se hicieron ricos, con una guerra que se perdió pero que fue heroica, como todas las derrotas; los cubanos soñaban con Miami, con comer carne molida, aunque fuese de incierto animal, en un pan que no sabe a ningún cereal, y beber el segundo ingrediente de un “cuba libre”, que nadie recuerda quién y por qué lo mezcló con ron, ni la razón para bautizarlo con tal nombre.
Si nos atenemos a las leyendas sobre el “nombrecito”, podemos incluir a Cristobal Colón en la lista de creadores de la “Cuba Libre”, la anterior a Fidel, que tampoco era muy libre, pero sí amiga de los norteamericanos, los que otorgan franquicias de “libertad”. Porque ellos tienen “la estatua”.
El anhelo de muchos es salir, porque comer propaganda y discursos es poco alimenticio, y el medio puede ser una balsa o un bote, aunque hay quienes “usan otros”. Si no estás muy buena, no será muy factible que bailes en El Tropicana, y puedas escaparte en una de las giras, o que un productor mejicano, de telenovelas, te “descubra”, o que tú te “descubras” para él. Y si no eres atleta, no te llevan a las olimpiadas, por lo que debes buscar otra vía.
El fin justifica los medios, incluso cuando éstos sean un tanto.... “como aquí se describen”.
Esta ficción se basa en multitud de historias verdaderas, de las cuales yo conozco, de cerca, una, y de oídas: dos o tres. Ésta es tan imaginaria, que resulta más creíble que las auténticas.