En noviembre de 2001 Mohamedou Ould Slahi avisó a su madre que regresaría en cuanto terminara de entrevistarse con el Directeur de la Sûrete de l’État de Mauritana, quien le había pedido que pasara a su oficina a rendir declaraciones de trámite. Desde aquel día de 2001 en Mauritania, madre e hijo jamás volverían a verse. Ella murió en 2013, y su hijo favorito sigue recluido en Guantánamo.
Los tres niveles de tortura que autoriza el ejército estadounidense le son bien conocidos al autor, desde el simple amedrentamiento hasta la inminencia de muerte o de asesinato de miembros de su familia, pasando por interrupciones continuas del sueño, temperaturas extremadamente bajas, posiciones corporales insoportables y agresión sexual. En un frenesí de escritura que no daba tiempo a sus abogadas ni a los interrogadores para leer lo que producía, Mohamedou Ould Slahi relató los interrogatorios a los que fue sometido y las condiciones en que vivió desde que fue privado de la libertad por su presunta participación en la Conjura del Milenio, así como una serie de acusaciones que lo vinculaban a los perpetradores de los ataques del 11-S.