El lenguaje que aprendimos de nuestras madres nos trae consigo una concepción del mundo y un manual de conducta que sigilosamente forman nuestra manera de ser y de pensar. En español decimos: «A mí me gusta», mientras que en inglés dicen: «I like it». Es decir, ellos ponen en nominativo («I») lo que nosotros ponemos en dativo («a mí»). El nominativo denota la responsabilidad de quien lo hace, mientras que el dativo se usa de quien solo recibe algo de otros, es decir, el cambio de «yo hago» (nominativo) a «a mí me sucede» (dativo). Esa connotación oculta está describiendo y reforzando una actitud, de responsabilidad directa («yo hago») o de falta de ella («a mí me sucede»), sin que nosotros caigamos en la cuenta. Este es solo un ejemplo entre mil de cómo el lenguaje que usamos nos va formando el carácter que tenemos. El estudio de esa relación es la psicolingüística aplicada, de gran influencia en nuestra vida y conducta. Una vez que entendemos esta relación, podemos usarla provechosamente para mejorar nuestra vida con el gran instrumento del lenguaje y para entender mejor a otros también, prestando atención al lenguaje que emplean. El lenguaje es la clave de la conducta, para entenderla y para mejorarla. CARLOS G. VALLÉS, SJ, cuya abundante producción hace inútil su presentación, es autor, entre otras muchas obras, de: «Viviendo juntos» (8.ª ed.); «Dejar a Dios ser Dios» (13.ª ed.); «Busco tu rostro» (16.ª ed.); «Ligero de equipaje (21.ª ed.)»; «Al andar se hace camino» (8.ª ed.), etcétera. Su último libro en Sal Terrae lleva por título «Asómate a mi ventana. 10 años en la Web».
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