Por informaciones de los habitantes de Requena y de los soldados de la guarnición militar acantonada al norte de la ciudad, el capitán del Ejército Peruano José Santa María, sabía de la existencia de un brujo anacoreta que vivía completamente aislado en plena jungla y solamente acompañado por una enorme serpiente negra que lo seguía a todas partes como perro guardián. Ambos, brujo y serpiente, convivían en una balsa flotante anclada aislada y alejada de la ciudad y de la guarnición, en la margen derecha del río Ucayali que corre de sur a norte, el mismo que aguas abajo al juntarse con el río Marañón, forma en la confluencia de ambos ríos a la altura del pueblo de Nauta, al río más grande y caudaloso del mundo: el colosal Amazonas. El brujo llamado Juan Awanari, era un extraordinario científico, un naturalista consumado y un iniciado en las escuelas esotéricas de Oriente; poseía poderes paranormales que le permitían realizar viajes astrales por todo el Universo, con suma facilidad. Al comenzar el año 1,967, el capitán es nombrado comandante de la guarnición militar de Requena; y al tomar conocimiento de la existencia del brujo, decide contactarlo. Brujo y capitán inician una entrañable amistad. Ambos, tenían las mismas inquietudes sobre el origen del Universo, sobre Dios y sobre los misterios de la materia, de la vida, del espíritu, del cerebro y otros más. El militar convence al brujo para realizar un viaje astral en busca de Dios para contactarlo; y al fallar en su intento de encontrar a Dios, brujo y capitán, inician una serie de especulaciones llegando a la conclusión de que el Universo aún no ha terminado de ser creado por Dios; y que mas bien está en pleno proceso de expansión desde hace quince mil millones de años; y que el Universo es materia pura de átomos inmanentes a una energía espiritual cuyo origen o procedencia se desconoce, energía que hace girar a los electrones de los átomos de la materia en órbitas magistrales de extraordinaria precisión y a velocidades inconmensurables que la ciencia no ha podido medir; y que esa energía no puede ser otra cosa, que el mismo espíritu de Dios hecho energía, incrustado en todos y cada uno de los átomos de todo lo que existe; y que por eso quizás se diga que Dios está en todas partes; y que cuando Dios deje de impulsar a los átomos de la materia, simplemente todo quedará en la NADA y que la NADA quizás sea Dios, como ya algunos filósofos de la antigüedad, así lo han sostenido. También concluyen que la materia es perfecta mientras que el espíritu del hombre es perfectible, a diferencia de Dios que es espíritu imperfectible.
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