Parece una verdad incontestable. Se ha comprobado que la agresividad es un elemento inherente a todos los animales: se lucha por hacerse de un territorio y de hembras, y por protegerlas contra invasores o rivales. Es, pues, una ley vital. En el caso humano ocurre igual y aunque puede intervenir la capacidad de raciocino para modificar y controlar esas conductas agresivas, la guerra ha sido un factor básico en la estructuración de las sociedades y sus interrelaciones. Dada la amplitud del tema, el objetivo de estas páginas no es hacer el recuento de la belicosidad humana, sino exponer distintas reflexiones en torno a la guerra surgidas del constante acercamiento de Alfonso Arellano a las obras de arte prehispánico.
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