Bob Buford cuenta la conmovedora historia de una amistad inesperada de 23 años, entre el “padre de la administración moderna”, un australiano que ama el arte japonés, y un operador de televisión por cable de Texas, fanático de los Dallas Cowboys. Con bajo perfil, organizan reuniones conuna lista de líderes de élite, para revolucionar al mundo de las organizaciones sin fines de lucro.
En 1982 un joven y ambicioso emprendedor del este de Texas, cuyo negocio crece a tasas de dos dígitos, decide que tiene que haber más que eso en la vida. Y lo extraño es que le escribe una carta
al autor de sus libros favoritos, Peter R. Drucker, padre de la teoría y práctica de la administración moderna. A lo largo de los años, en sus encuentros, Buford nota que “Drucker es a la administración lo que Shakespeare a la literatura”. Su relación pasa de ser una de consultoría pagada, a la de mentor y discípulo, para luego convertirse en amistad. Drucker y yo habla de dos hombres que descubren una pasión y una estrategia que literalmente transforman al mundo. Desilusionados con las corporaciones, se dedican al sector sin fines de lucro, que incluye a uno de los segmentos más importantes de los últimos treinta años: el movimiento de las megaiglesias. Ellos creen que las organizaciones sin fines de lucro cambian vidas, por lo que comienzan a trabajar con Rick Warren, Bill Hybels y otros, a fin de diseñar un nuevo modelo de administración para las organizaciones sin fines de lucro del siglo XX
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