Vivimos en un estado permanente de subasta. Toda nuestra biografía, los logros conseguidos, nuestros sentimientos… todo se evalúa en un constante “me gusta”. Los modelos mentales económicos han conquistado al resto de ciencias sociales, y la absurda idea de que “el ser humano es egoísta” se ha convertido en algo así como una ley natural. Vivimos conectados a esas premisas, desde la genética hasta la moral, desde las altas finanzas hasta las cuentas de Facebook o Twitter. Todo ha quedado reducido a la teoría de la elección racional, del propio interés. Una tesis cuyo origen se remonta ala Guerra Fríay que no sólo no funciona, sino que ha sido manipulada para ser aplicada en beneficio del mundo financiero y en contra de teoría basadas en modelos cooperativos.
El sistema capitalista se nos está escapando de las manos. El dictado de la nueva economía – en la que los “ordenadores” gestionan los mercados de acciones y divisas nos indica que los Gobiernos están perdiendo su independencia y su autonomía y las democracias se convierten en marionetas de los mercados, en la pelota con la que juega el “monstruo”. Un juego en el que, al final, perdemos todos.
Schirrmacher hace un entretenido, ágil y bien documentado relato de ello y nos advierte de los riesgos de convertir la vida entera en un juego eterno de medallas, premios y promociones. Es hora de pensar en una vía de salida, en nuevos modelos altruistas y de colaboración que no conviertan cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana en una mera ecuación matemática.
El sistema capitalista se nos está escapando de las manos. El dictado de la nueva economía – en la que los “ordenadores” gestionan los mercados de acciones y divisas nos indica que los Gobiernos están perdiendo su independencia y su autonomía y las democracias se convierten en marionetas de los mercados, en la pelota con la que juega el “monstruo”. Un juego en el que, al final, perdemos todos.
Schirrmacher hace un entretenido, ágil y bien documentado relato de ello y nos advierte de los riesgos de convertir la vida entera en un juego eterno de medallas, premios y promociones. Es hora de pensar en una vía de salida, en nuevos modelos altruistas y de colaboración que no conviertan cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana en una mera ecuación matemática.