Dos voces de mujeres, Cósima y Ofelia que, en sus diminutos microcosmos, cantan al amor o lo miran con nostalgia. Ofelia evoca pensamientos de languidez del alma y pasajes melancólicos y de poética belleza sobre sus últimos años en Copenhague junto a su marido, Orlando, recientemente fallecido. Se pregunta sobre las segundas oportunidades y sobre los ciclos repetitivos de los tiempos vitales y el devenir y el tiempo del cosmos. Cósima empieza a leer el Cancionero de Petrarca y la Vita Nuova de Dante, y decide hacer un viaje a Venecia. Se apunta a un curso de pintura de Tintoretto y allí establecerá un diálogo acerca del sentimiento del amor, que se va compaginando con las cartas que su madre le escribe, unas notas de despedida ante una enfermedad oculta. Y ella se pregunta por qué es el amor el que mueve el mundo y no las guerras, y reconoce que la felicidad es un bien que se agota y no puede durar siempre.
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