"Yo no sabría decir por qué el brigadier despertaba mi curiosidad: su grado no podía actuar sobre mí, los nobles arruinados no se consideraban una rareza tampoco en ese tiempo, y su misma apariencia no presentaba nada notable. Debajo de la gorra cálida, que ocultaba toda la parte superior de su cabeza hasta las cejas y las orejas, se divisaba un rostro rojizo, bien afeitado, redondo, con una nariz pequeña, unos labios pequeños y unos ojos grisáceos-claros no grandes. Ese rostro humilde, casi infantil expresaba sencillez, debilidad espiritual y cierta antigua tristeza impotente; en sus manos blancas rollizas, de dedos cortos, había también algo impotente, inhábil... Yo no estaba en condición, de ninguna forma, de imaginar de cuál manera este viejito miserable pudo, alguna vez..."
Iván Turguéniev
Iván Turguéniev