Seguramente es cierta la afirmación que sugiere que, en "El caballero de la Virgen", Blasco es más historiador que novelista, pero incluso aceptando ese desajuste entre lo uno y lo otro, no podemos dejar de reconocer en la obra ciertos méritos. Para empezar, el escritor ha renunciado a la técnica de compatibilizar dos planos temporales paralelos, pasado y presente, que era empleada en sus novelas sobre los Papas españoles. Ahora, el plano histórico, edificado sobre documentos escritos, convive con el plano ficcional del que brotan los personajes de Fernando Cuevas y Lucero, matrimonio que ya aparecía en las páginas de En busca del Gran Kan y a través del cual se establece una linealidad entre ambas narraciones. Merced a la incorporación de estos personajes imaginarios, el narrador puede conjugar la descripción de la realidad desde varios frentes. Por un lado, los contenidos históricos se enriquecen cuando los sucesos son interpretados desde la perspectiva subjetiva de Alonso de Ojeda. Por otro lado, la visión de esos mismos acontecimientos por parte de Cuevas y Lucero ofrece otro enfoque complementario que, además, tiende a enfatizar el protagonismo colectivo de los diversos personajes que acceden a la trama ansiosos de adueñarse de las riquezas auríferas del Nuevo Mundo.
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