Imagínese que la ciudad de Málaga es evacuada durante la noche. 150.000 personas caminando 200 kilómetros a lo largo de la carretera de la costa N-340 en busca de un refugio seguro, mientras eran perseguidos por tanques italianos y bombardeados tanto por la aviación alemana como por los buques de los sublevados. Hombres desarmados, mujeres y niños fueron disparados desde los aviones o asesinados por las explosiones desde los barcos que los persiguen fuera de la costa. Sus cuerpos quedaron olvidados a un lado de la carretera, abandonados al caos y a la inhumanidad de la guerra. Sin comida, transporte ni agua fresca. Alimentados por su esperanza e impulsados por el miedo, expuestos a los elementos naturales y al fuego enemigo, caminaron día y noche. Muchos estaban demasiado débiles para alcanzar el seguro puerto de Almería pero pudieron sobrevivir gracias a un médico canadiense que acudió en su ayuda. Un médico que más tarde sería acusado de espionaje y traición, y expulsado involuntariamente de España por aquellos a quien había venido a ayudar.
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