EL CAMINO DE LA TARTÉSIDE La saga de Tartessos. A la salida del sol, en el decimocuarto día de Beltene, mediado el siglo VII a.C. la tropa expedicionaria kelltoi partió con augurios favorables, cumplidos los sacrificios rituales y recibido el mandato del Consejo de Clanes. "Sangre y fuego hasta la victoria", escucharon en la arenga"
Tarea difícil, pacificar el territorio y trazar una ruta que les uniera definitivamente con el lejano sur, pero apremiaban los ecos que llegaban de la guerra fratricida que enfrentaba a los tartésidos y debían unirse al bando aliado, que les esperaba Por delante un paisaje agreste, tribus indómitas y régulos beligerantes ¿Cumpliría el caudillo Carnium, el Auroch el mandato de las tribus? El régulo lysitanoí Artebrasis, era un poderoso enemigo y se oponía. La intriga, el amor, la guerra y la muerte fueron sus compañeros de viaje y numerosas estelas funerarias fueron levantándose en el camino, atestiguando la tragedia. Dagam, el elegido adalid de cabellera de fuego, hacía triunfar a su hueste, mientras una rutilante estrella de ojos esmeralda le favorecía y los dioses sonreían aprobándolo.
Concluida la gesta, los estandartes tribales flamearon victoriosos rubricando una nueva época para los pueblos hermanos kelltoí y tartésidos. El mítico reino de Tartessos se presentía en el horizonte, los dioses, siempre mediantes.
Tarea difícil, pacificar el territorio y trazar una ruta que les uniera definitivamente con el lejano sur, pero apremiaban los ecos que llegaban de la guerra fratricida que enfrentaba a los tartésidos y debían unirse al bando aliado, que les esperaba Por delante un paisaje agreste, tribus indómitas y régulos beligerantes ¿Cumpliría el caudillo Carnium, el Auroch el mandato de las tribus? El régulo lysitanoí Artebrasis, era un poderoso enemigo y se oponía. La intriga, el amor, la guerra y la muerte fueron sus compañeros de viaje y numerosas estelas funerarias fueron levantándose en el camino, atestiguando la tragedia. Dagam, el elegido adalid de cabellera de fuego, hacía triunfar a su hueste, mientras una rutilante estrella de ojos esmeralda le favorecía y los dioses sonreían aprobándolo.
Concluida la gesta, los estandartes tribales flamearon victoriosos rubricando una nueva época para los pueblos hermanos kelltoí y tartésidos. El mítico reino de Tartessos se presentía en el horizonte, los dioses, siempre mediantes.