La magia del Camino de Santiago reside en la magia de cada una de las personas que lo han recorrido; en cada una de las personas que se han aventurado por su senda: en cada una de las personas que han sido capaces de escucharse a sí mismas. Esa es la magia. Eso es lo que lo hace diferente a cualquier otro hecho y una de las causas para que haya perdurado a lo largo de los siglos. Para escucharse a sí mismo, el primer paso es callarse, silenciar y serenar nuestra mente, tranquilizar nuestro corazón… Sólo así podremos oírnos y ser capaces de escucharnos a nosotros mismos, en el silencio, en la paz del camino. Ese proceso es largo y cada persona lo acomete de una manera distinta, como diferentes somos. Peregrinar por la ruta jacobea hace que, tarde o temprano, si estás los días suficientes, si no tienes prisa ni por callarte, ni por silenciarte; si haces de la lentitud el exquisito placer de los días… llegarás a escucharte.
El Camino de Santiago es el camino de la vida; según afrontes tu vida, afrontarás su recorrido, según sientas tu vida, sentirás lo demás, sentirás el Camino. Por eso es tan popular, por eso es tan recorrido, porque nos permite VIVIR.
El Camino de Santiago es el camino de la vida; según afrontes tu vida, afrontarás su recorrido, según sientas tu vida, sentirás lo demás, sentirás el Camino. Por eso es tan popular, por eso es tan recorrido, porque nos permite VIVIR.