En las obras de restauración de la catedral Vieja de Salamanca, los albañiles encuentran un cartapacio con quince códices de pergaminos manuscritos de los siglos XI y XII, escritos por Ieronimus Visquio, capellán de Rodrigo Díaz de Vivar y obispo de Valencia y Salamanca. Ieronimus fue uno de los monjes benedictinos reclutados en la abadía de Moissac (Francia) por el arzobispo de Toledo Bernardo de Sédirac. Su Ilustrísima cumplía órdenes del abad Hugo de Cluny y del papa Urbano II que, tras la conquista de Jerusalén por los musulmanes, decidieron elevar el Camino de Santiago al mismo nivel que las peregrinaciones y romerías a Jerusalén y a Roma. El arzobispo decide hacer el Camino a Compostela, convirtiéndolo en ruta iniciática y de aprendizaje para los monjes bisoños. Al finalizar, encarga a Ieronimus Visquio, docto en escritura carolina y con formación militar, ponerse al frente de un equipo de escribas del Monasterio Real de San Benito, en Sahagún, para enseñarles la nueva escritura, y traducir y copiar las crónicas del guerrero más famoso de España, Rodrigo Díaz de Vivar, escritas por fray Tomás de Gamonal. Gracias a la pluma de este monje benedictino tendremos una visión política, militar, social y costumbrista del último tercio del siglo XI. Desaparecido fray Tomás, tomará el relevo de la narración el obispo Ieronimus para describirnos, con idéntica sencillez y fuerza, la conquista de Valencia por la hueste del Cid; el gobierno de la ciudad; sus hazañas al amparo del Santo Cristo de las Batallas; los enfrentamientos con los enmascarados almorávides; su designación como obispo; el concilio de Clermont y la primera cruzada; los sucesos con los infantes de Carrión; la afrenta de Corpes, las vistas y la venganza; la muerte del Campeador; el abandono de Valencia en manos agarenas; el destino de la familia de Rodrigo y de sus capitanes; su nombramiento como obispo de Salamanca; el nacimiento de Portugal como reino independiente; ...
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