Los 60 años de antaño -edad donde se estaba en la plenitud de la 3º edad- no se parecen en absoluto a los 60 años actuales, ni en estética, salud física y mental, ni en relaciones sociales entre otros factores pues los parámetros han variado ostensiblemente y la esperanza de vida en las clases medias establece una edad de alrededor de 80 años. En cualquier caso biológicamente, el envejecimiento es irreversible, y existen también otros factores, psicológicos, emocionales, cognitivos, sociológicos, que inciden de manera determinante sobre la vejez que se analizan con detalle en esta obra. Así, Marcelo Ceberio nos habla de la muerte, una época en donde los duelos sobre la propia muerte y la muerte de los otros queridos que reflejan a la propia, hacen que este período se encuentre ribeteado por la tristeza pero también por la alegría de la propia vida y de acercarse a la última puerta de la mejor manera posible, el instituto geriátrico que se ha convertido en un lugar segregante en donde se depositan aquellos que en el aparato productivo son considerados clase pasiva, mezcla de sanos y enfermos, la jubilación un sistema antiguo aplicado a un nuevo ciclo evolutivo, pensada para los viejos antiguos no para esta nueva vejez, no efectiva ni social, ni económicamente, la asociación de vejez y enfermedad, y dos descripciones que enaltecen al anciano: el abuelazgo, un rol cuya función hace recuperar la jerarquía que se poseyó con los hijos y que la vejez hizo sucumbir y la pareja y la sexualidad, pues los votos de amor y el amor activa todo un complejo de endorfinas que, como autodroga del bienestar, pone su cuota de rejuvenecimiento en esta etapa. El autor dedica también atención a la figura de los cuidadores de la vejez, tanto en forma personal y natural como en la atención de un cuerpo profesional para después terminar con la psicoterapia en la 4º edad.
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