Hay una aparente simplicidad en los tres cuentos que conforman este libro. El punto de partida siempre es una escena cotidiana y familiar en la que cualquiera de nosotros podría reconocerse. Sin embargo, bien pronto y sin que nos demos cuenta, el clima se enrarece para estos personajes que, contrario a lo que nos pasa como lectores, no perciben entrar en un universo extrañado.
Con esta misma destreza con la que distrae a sus personajes, Churio mezcla géneros, registros y soportes para contarnos historias acerca e escritores que dialogan con sus fantasmas, oficinistas fracasados que fantasean con aventuras y encargados que se saben de memoria y pueden aplicar al instante el manual de procedimientos para alcanzar la excelencia en la conducción de un local de comidas rápidas.
Pero además, sin perder en ningún momento un registro claro y sencillo, un lenguaje coloquial y depurado, Churio se da el gusto de hacer referencias intertextuales con Laiseca, Homero, la cultura pop de Hollywood y la literatura empresarial del coaching. Lo hace, por supuesto, sin caer en la pedantería, sino que se sirve de este recurso para aportar, también, una buena dosis de humor en sus relatos.
Con esta misma destreza con la que distrae a sus personajes, Churio mezcla géneros, registros y soportes para contarnos historias acerca e escritores que dialogan con sus fantasmas, oficinistas fracasados que fantasean con aventuras y encargados que se saben de memoria y pueden aplicar al instante el manual de procedimientos para alcanzar la excelencia en la conducción de un local de comidas rápidas.
Pero además, sin perder en ningún momento un registro claro y sencillo, un lenguaje coloquial y depurado, Churio se da el gusto de hacer referencias intertextuales con Laiseca, Homero, la cultura pop de Hollywood y la literatura empresarial del coaching. Lo hace, por supuesto, sin caer en la pedantería, sino que se sirve de este recurso para aportar, también, una buena dosis de humor en sus relatos.