Para Alejandro Dumas, el novelista más leído de su tiempo porque era un narrador por excelencia, escribir era vivir con plenitud. Nadie corno él para atrapar al lector; era un mago de la palabra y de la acción.
En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque "estaba en rebeldía". Era la isla de Monte-Cristo. El nombre le llamó la atención y, posteriormente, escribió una obra en la que dio cuerpo a un hijo de su imaginación y a una de las novelas más apasionantes que se han escrito: El conde de Monte-Cristo.
Esta novela es de todos porque cada ser humano lleva en su corazón un agravio, una injusticia, una pena en busca de redención. Es una tragedia que limpia el alma, que redime, que apasiona, que mueve, que conmueve. Cada uno de nosotros es un conde de Monte-Cristo en busca de una salvación.
En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque "estaba en rebeldía". Era la isla de Monte-Cristo. El nombre le llamó la atención y, posteriormente, escribió una obra en la que dio cuerpo a un hijo de su imaginación y a una de las novelas más apasionantes que se han escrito: El conde de Monte-Cristo.
Esta novela es de todos porque cada ser humano lleva en su corazón un agravio, una injusticia, una pena en busca de redención. Es una tragedia que limpia el alma, que redime, que apasiona, que mueve, que conmueve. Cada uno de nosotros es un conde de Monte-Cristo en busca de una salvación.