Era la última recepción que daba lady Windermere, antes de comenzar la temporada primaveral. Los salones de Bentinck-House se hallaban más llenos de invitados que nunca. Acudieron seis ministros, una vez terminada la interpelación del speaker, ostentando sus cruces y sus bandas y todas las mujeres bonitas de Londres lucían sus toilettes más elegantes. Al final de la galería de retratos estaba la princesa Sophia de Carlsrühe, una dama gruesa de tipo tártaro, con ojillos negros y unas esmeraldas maravillosas, chapurreando francés con voz muy aguda y riéndose sin mesura de todo cuanto decían...
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