El Papa Juan Pablo II comenzaba su Exhortación Apostólica Tertio millenio adveniente con estas significativas palabras: el gran acontecimiento, que los historiadores no cristianos se limitan a mencionar, alcanza luz plena en los escritos del Nuevo Testamento que, aun siendo documentos de fe, no son menos atendibles, en el conjunto de sus relatos, como testimonios históricos. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es Señor del cosmos y también Señor de la historia, de la que es «el Alfa y la Omega» (Apc 1, 8; 21, 6), «el Principio y el Fin» (Apc 21, 6). En Él el Padre ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y sobre la historia. Esto es lo que expresa sintéticamente la Carta a los Hebreos: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas: en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Heb 1, 1 2) (Juan Pablo II, 1994: 5).Ese Dios que habla por medio de su Hijo, sigue hablando al mundo y a cada hombre, continúa saliendo el encuentro de cada uno de los seres que ha creado. Ese contacto entre Dios y el hombre ha dejado muchas huellas, en primer lugar en los hombres y mujeres de fe y en sus descendientes hasta el día de hoy. También, en los sacramentos instituidos por Jesucristo, en las sagradas Escrituras, en los escritos de los Padres de la Iglesia y en los documentos artísticos y literarios.
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