El dilema de los próceres es un thriller sorprendente, plagado de
vueltas de tuerca, con claves históricas y culturales. Aquí el detective
de Baker Street debe buscar pistas en Londres, Boulogne Sur-Mer y,
finalmente, en la Buenos Aires de principios del siglo pasado: una
ciudad peligrosa acechada por cuchilleros, espadachines y militares
capaces de todo, donde juegan roles inquietantes Victoria Ocampo,
Evaristo Carriego y hasta Horacio Quiroga.
Diez años después de su primera aparición, vuelve a la vida esta
asombrosa trama que, como dijo Tomás Eloy Martínez, «es una formidable
novela para descifrar qué somos los argentinos».
En el curso de los años, este libro ha adquirido una madurez
invulnerable. Ha conquistado un lugar extraordinariamente vacante: el
que ocupa una obra ágil y entretenida que no pierde un ápice de hondura
por serlo y el que la convierte en un ejemplo de culto desvinculado de
la infatuación crítica. Los lectores nuevos y los viejos podrán
disfrutar de la variedad de fruiciones precipitadas por un escritor de
verdad consagrado a procurar personajes, intriga, saber, humor,
situaciones, vuelos circunscriptos al desarrollo de la acción,
ocurrencias e ironías, amor por la palabra y por la transmisión que ese
amor habilita.
vueltas de tuerca, con claves históricas y culturales. Aquí el detective
de Baker Street debe buscar pistas en Londres, Boulogne Sur-Mer y,
finalmente, en la Buenos Aires de principios del siglo pasado: una
ciudad peligrosa acechada por cuchilleros, espadachines y militares
capaces de todo, donde juegan roles inquietantes Victoria Ocampo,
Evaristo Carriego y hasta Horacio Quiroga.
Diez años después de su primera aparición, vuelve a la vida esta
asombrosa trama que, como dijo Tomás Eloy Martínez, «es una formidable
novela para descifrar qué somos los argentinos».
En el curso de los años, este libro ha adquirido una madurez
invulnerable. Ha conquistado un lugar extraordinariamente vacante: el
que ocupa una obra ágil y entretenida que no pierde un ápice de hondura
por serlo y el que la convierte en un ejemplo de culto desvinculado de
la infatuación crítica. Los lectores nuevos y los viejos podrán
disfrutar de la variedad de fruiciones precipitadas por un escritor de
verdad consagrado a procurar personajes, intriga, saber, humor,
situaciones, vuelos circunscriptos al desarrollo de la acción,
ocurrencias e ironías, amor por la palabra y por la transmisión que ese
amor habilita.