El dispendio del duque es una novela histórica donde se pone de manifiesto la riqueza, el poder y las debilidades de la nobleza, y en especial de la casa de Medina Sidonia, durante la primera mitad del siglo XVII.
Felipe IV, más entusiasmado en los placeres de la carne, en la caza y otros quehaceres mundanos que en la política, delega las tareas del gobierno en su valido, el conde-duque de Olivares, cuya política económica produce, en el concierto de la monarquía hispánica, agudos desequilibrios y despierta conjuras y afanes de independencia. En este convulso contexto, el protagonista de la novela, un joven capitán a las órdenes del duque Medina Sidonia, conocerá a su amada cuando aquella está a punto de cometer un magnicidio en el legendario bosque de Doñana. Intrigas familiares, rebeliones y fastos sin precedentes se entremezclan en esta novela que, sin renunciar al máximo rigor histórico en el retrato de una época de nuestra Historia, pretende desgranar las pasiones, las venganzas, los ideales y las miserias de sus personajes de ficción para que el lector se sienta implicado e inmerso en la trama.
El autor, nacido en el entorno de Doñana, describe minuciosamente y penetra en los espacios más recónditos de tan legendario bosque, escenario natural que albergó, por unos días, al rey y a la Corte, invitados por el duque de Medina Sidonia, quien levantó allí una ciudad efímera capaz de albergar hasta doce mil personas que, entre cortesanos, soldados, lacayos, pajes y criados suponía el séquito del monarca. Las batidas de caza, los fastuosos banquetes, los fuegos de artificios o los espectáculos teatrales fueron el asombro de la Corte, pero esa misma Corte será también testigo de uno de los episodios más trágicos para la casa ducal: el fracaso de la Conjura de Andalucía. Nuestros protagonistas se vieron envueltos en esa conspiración, poniendo en juego sus vidas, perdiéndola el marqués de Ayamonte, cuya cabeza rodará finalmente sobre el cadalso.
Esta novela histórica bien podría definirse como historia novelada, ya que la verosimilitud de los personajes de ficción los hace tan de carne y hueso como los históricos. Y, a través de ellos, el lector palpa y percibe la realidad de una época convulsa de nuestra Historia en la que decadencia y esplendor van unidos, como los últimos eslabones de una cadena que no puede resistir más el peso de un imperio tan vasto como el hispánico.
Felipe IV, más entusiasmado en los placeres de la carne, en la caza y otros quehaceres mundanos que en la política, delega las tareas del gobierno en su valido, el conde-duque de Olivares, cuya política económica produce, en el concierto de la monarquía hispánica, agudos desequilibrios y despierta conjuras y afanes de independencia. En este convulso contexto, el protagonista de la novela, un joven capitán a las órdenes del duque Medina Sidonia, conocerá a su amada cuando aquella está a punto de cometer un magnicidio en el legendario bosque de Doñana. Intrigas familiares, rebeliones y fastos sin precedentes se entremezclan en esta novela que, sin renunciar al máximo rigor histórico en el retrato de una época de nuestra Historia, pretende desgranar las pasiones, las venganzas, los ideales y las miserias de sus personajes de ficción para que el lector se sienta implicado e inmerso en la trama.
El autor, nacido en el entorno de Doñana, describe minuciosamente y penetra en los espacios más recónditos de tan legendario bosque, escenario natural que albergó, por unos días, al rey y a la Corte, invitados por el duque de Medina Sidonia, quien levantó allí una ciudad efímera capaz de albergar hasta doce mil personas que, entre cortesanos, soldados, lacayos, pajes y criados suponía el séquito del monarca. Las batidas de caza, los fastuosos banquetes, los fuegos de artificios o los espectáculos teatrales fueron el asombro de la Corte, pero esa misma Corte será también testigo de uno de los episodios más trágicos para la casa ducal: el fracaso de la Conjura de Andalucía. Nuestros protagonistas se vieron envueltos en esa conspiración, poniendo en juego sus vidas, perdiéndola el marqués de Ayamonte, cuya cabeza rodará finalmente sobre el cadalso.
Esta novela histórica bien podría definirse como historia novelada, ya que la verosimilitud de los personajes de ficción los hace tan de carne y hueso como los históricos. Y, a través de ellos, el lector palpa y percibe la realidad de una época convulsa de nuestra Historia en la que decadencia y esplendor van unidos, como los últimos eslabones de una cadena que no puede resistir más el peso de un imperio tan vasto como el hispánico.