Este libro trata de un tema poco conocido: la infiltración del Poder Oculto en las más altas esferas del Vaticano, el centro de poder de la Iglesia. Trata, también, de su asalto y final dominación. Fue una tarea apasionante realizar este libro, llena de compromiso, de satisfacción en la búsqueda de la verdad de lo que estaba aconteciendo.Esta disminución ha estado acompañada del simultáneo surgimiento del Señor Dios del Universo (en vez del Señor Dios Creador del Universo) como un Dios impersonal e inmanente, afín a todos los credos religiosos y, ahora, por virtud de Poder Oculto que se movió en Vaticano II, también afín al catolicismo. Esta idea de la disminución de Cristo como centro, preocupación principal, principio y fin del catolicismo, se fue haciendo cada vez más clara y distinta, por lo que el libro intenta dar a conocer los elementos de juicio que se deben tener para juzgar si lo que está sucediendo apunta, o no, a la formulación de una nueva religión sincretista, gnóstica y humanista que culminará con la eliminación de Cristo como Dios. Roma tiene otro Cristo, que no es el de los Evangelios, y los católicos tienen derecho a saber lo que está pasando con su Iglesia; de que si han de aceptar esta nueva religión, con nuevas creencias y nueva doctrina, lo han de hacer con conocimiento de causa. Debo dejar sentado que no ha sido la intención de este libro atacar a una veneranda institución, responsable, en gran medida, de la creación de lo que hoy conocemos como Civilización Occidental. Fue, más que todo, una investigación sobre sucesos, hechos y dichos, con la tesis central de que la Iglesia ha sido víctima también de oscuras fuerzas que han venido destruyéndola desde dentro. No ha sido en ningún momento, mi intención escandalizar a nadie con este libro; al contrario, declaro que ha sido mi constante empeño mantener una recta intención a todo lo largo del volumen escrito, intención que se circunscribe al ámbito del conocimiento puro y rechaza la hipérbole malintencionada, la exageración desviada y el dogmatismo irreflexivo, como métodos del análisis y de la sana crítica. También declaro que, al continuar siendo católico de los antiguos, me movió mucho a tomar la decisión final de escribir este libro lo que Pablo le dijo a los corintios en su Primera Carta: “La caridad... se complace en la verdad” (I Cor 4-6), pues he entendido que la mayor obra de caridad con los semejantes es intentar sacarlos del error de creer que la Iglesia católica contemporánea es la misma Iglesia que existía antes del Concilio Vaticano II, sólo que con un mayor conocimiento y profundización en la Verdad. Esto es una mentira y es muy grande, gorda y dañina, con lo cual no alcanza la favorabilidad de ser siquiera una mentira piadosa. Es, según entiendo, mi acto caritativo, desprovisto de toda malicia; mi acto de defensa del antiguo Magisterio y mi afirmación de la antigua doctrina. Por último, debo agregar que si este libro es causa de dolor al ser leído, fue, por cierto, peor causa de dolor al ser escrito.
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