«Desde mi rincón en el Infierno cumplo la condena que me impusieron quienes me juzgaron, y lo hago en relativa soledad y tranquilidad, encerrado en esta celda, donde día y noche debo escribir con mi propia sangre, en largos rollos de piel humana de otros condenados, las historias que a diario estos recitan como un mantra, desde el otro lado de la pared.
No puedo ver a los relatores, solo puedo oírlos; tampoco me está permitido dirigirles la palabra.
De todos modos aunque quisiera, no podría: hace tiempo Satanás arrancó mi lengua impía como parte del castigo, y quizás también, como un trofeo de su victoria.»
De este modo comienza la primera de las cinco historias que se relatan en este libro, cuyos protagonistas tienen una condena por cumplir, de acuerdo a decisiones que tomaron una vez y cuyas consecuencias han sido irreversibles.
No puedo ver a los relatores, solo puedo oírlos; tampoco me está permitido dirigirles la palabra.
De todos modos aunque quisiera, no podría: hace tiempo Satanás arrancó mi lengua impía como parte del castigo, y quizás también, como un trofeo de su victoria.»
De este modo comienza la primera de las cinco historias que se relatan en este libro, cuyos protagonistas tienen una condena por cumplir, de acuerdo a decisiones que tomaron una vez y cuyas consecuencias han sido irreversibles.