Unamuno publicó ¿Cómo se hace una novela? Y decía Torrente de él que desde ese panfleto político no aportó fórmulas pero sí doctrina literaria. Desde el XIX, desde Galdós a Valle, pasando por Pío y Azorín, mucho han cam-biado los planteamientos de la narrativa y, sobre todo, eso de “los posibles narrativos” que como en la vida, una vez se ha optado, no sabemos si hay vuelta atrás.
Ezequiel Ramírez se nos muestra aquí con la preten-sión de narrar, a través de esta historia, la sociedad de prin-cipios de los años cincuenta. La sintaxis de su relato es la del narrador, protagonista al mismo tiempo, y la de éste, la sintaxis del pueblo a través de profusos modismos canarios, rurales, agrarios y hasta marineros, hoy en día instrumentos expresivos de un hombre moderno y culto superador de quienes pretenden hacer del castellano una lengua de ejecutivos, de “políticos”, de horteras y de guías de turismo.
Ezequiel Ramírez escoge un momento y unos hechos muy concretos de nuestra historia que revive a través de ciertos personajes y su retrato activo, ya que los diversos modos de ser se transmiten mediante acciones, nunca por medio de difusas descripciones o definiciones psicológicas.
En esta narración, que es casi puro diálogo, es patente la atención prestada al lenguaje y una vez cumplida su función caracterizadora, intenta el autor hacer de él un valor en sí. Logrando a veces que la atención del lector recaiga en el cómo más que en el qué.
Fotografía de esta forma la sociedad oscura y en blanco y negro de los años cincuenta, en pleno franquismo, las costumbres de la Gran Canaria agraria primero y de huí-da del campo después. Con los valores negros también, o mejor con la ausencia de ellos, en el sentido humanista que hoy les damos.
El papel de la aliada iglesia y sobre todo de la falange con sus estrategias adoctrinantes y su desquite contra cada intento de transformación o ruptura del acaecer histórico, fueron determinantes en esos años cuarenta y cincuenta. Desde el nacimiento de la revista El Escorial hasta la muerte de Ortega fue el hacha feroz.
Ha sido una delicia verme atrapado por este relato donde se desgrana hoja a hoja el excepcional ser humano que es Ezequiel Ramírez, el quitapenas que nos ayuda a vi-vir más y mejor a quienes tenemos la suerte de ser sus amigos. Las pinceladas de comicidad crítica y las grandes dosis de humor esperanzador que impregnan su novela, nos compensan y aminoran el desaliento ante los nuevos pseudo-líderes, adelides y pedagogos del Estado de Derecho, de la “ciudadanía” y del quehacer histórico: ¡pa estar así, otra vez, que venga el Señor y nos lleve!
Ezequiel Ramírez se nos muestra aquí con la preten-sión de narrar, a través de esta historia, la sociedad de prin-cipios de los años cincuenta. La sintaxis de su relato es la del narrador, protagonista al mismo tiempo, y la de éste, la sintaxis del pueblo a través de profusos modismos canarios, rurales, agrarios y hasta marineros, hoy en día instrumentos expresivos de un hombre moderno y culto superador de quienes pretenden hacer del castellano una lengua de ejecutivos, de “políticos”, de horteras y de guías de turismo.
Ezequiel Ramírez escoge un momento y unos hechos muy concretos de nuestra historia que revive a través de ciertos personajes y su retrato activo, ya que los diversos modos de ser se transmiten mediante acciones, nunca por medio de difusas descripciones o definiciones psicológicas.
En esta narración, que es casi puro diálogo, es patente la atención prestada al lenguaje y una vez cumplida su función caracterizadora, intenta el autor hacer de él un valor en sí. Logrando a veces que la atención del lector recaiga en el cómo más que en el qué.
Fotografía de esta forma la sociedad oscura y en blanco y negro de los años cincuenta, en pleno franquismo, las costumbres de la Gran Canaria agraria primero y de huí-da del campo después. Con los valores negros también, o mejor con la ausencia de ellos, en el sentido humanista que hoy les damos.
El papel de la aliada iglesia y sobre todo de la falange con sus estrategias adoctrinantes y su desquite contra cada intento de transformación o ruptura del acaecer histórico, fueron determinantes en esos años cuarenta y cincuenta. Desde el nacimiento de la revista El Escorial hasta la muerte de Ortega fue el hacha feroz.
Ha sido una delicia verme atrapado por este relato donde se desgrana hoja a hoja el excepcional ser humano que es Ezequiel Ramírez, el quitapenas que nos ayuda a vi-vir más y mejor a quienes tenemos la suerte de ser sus amigos. Las pinceladas de comicidad crítica y las grandes dosis de humor esperanzador que impregnan su novela, nos compensan y aminoran el desaliento ante los nuevos pseudo-líderes, adelides y pedagogos del Estado de Derecho, de la “ciudadanía” y del quehacer histórico: ¡pa estar así, otra vez, que venga el Señor y nos lleve!