El mundo entero se convulsiona ante una revolución global en el equilibrio económico del planeta. Nada volverá a ser lo que fue. Numerosos privilegios, hegemonías y comodidades han desaparecido para siempre. Mientras nos limitamos a buscar culpables, a llorar por lo perdido y a reclamar indignados que alguien nos lo devuelva, millones de seres humanos se levantan cada día dispuestos a ganarse con uñas y dientes un lugar sólido en el terreno pantanoso en el que se dibuja la nueva economía mundial.
Si dejáramos a un lado esa actitud de plañidera y nos pusiéramos también manos a la obra, codo con codo, el fin de la crisis sería una realidad. Podemos ser un país próspero, moderno y con justicia social si nos lo ganamos cada día con nuestro esfuerzo e inteligencia. Lo bueno cuesta, no es gratis ni fácil, pero sabe mucho mejor cuando procede de nuestro logro personal y no se basa en vivir a costa del dinero que nos prestan otros.
El fin de la crisis está en nuestras manos porque, si así lo queremos, somos capaces de alcanzar un lugar en el timón de proa de ese nuevo mundo. España es un gran país, con gente maravillosa que sólo necesita despertar y ponerse a la tarea. Saldremos...
Si dejáramos a un lado esa actitud de plañidera y nos pusiéramos también manos a la obra, codo con codo, el fin de la crisis sería una realidad. Podemos ser un país próspero, moderno y con justicia social si nos lo ganamos cada día con nuestro esfuerzo e inteligencia. Lo bueno cuesta, no es gratis ni fácil, pero sabe mucho mejor cuando procede de nuestro logro personal y no se basa en vivir a costa del dinero que nos prestan otros.
El fin de la crisis está en nuestras manos porque, si así lo queremos, somos capaces de alcanzar un lugar en el timón de proa de ese nuevo mundo. España es un gran país, con gente maravillosa que sólo necesita despertar y ponerse a la tarea. Saldremos...