Los puedes identificar fácilmente porque nunca dejan el gafete ni la lonchera para adulto. Su horario es de 9 a 6, tienen derecho a tres días de vacaciones al año por cada 254 trabajados; se tienen que reír a huevo de los chistes del jefe; son perseguidos por los promotores de afores para que cambien su cuenta; usan una corbata más cara que su traje; sufren el ataque de sueño incontrolable después de comer, mejor conocido como “el mal del puerco”; tienen una tarjeta de descuento como cliente preferente del Oxxo; y sobre todo, viven anhelando que llegue la quincena como los barcos esperan a que llegue la marea para poder zarpar. No son los emos, ni los hipsters, ni los reguetoneros, ni los de la onda grupera. Son los inconfundibles Godínez.
Tras un retiro monacal en una dependencia gubernamental durante un sexenio y tres años en un call center, Toño Garci ha comprendido a los oficinistas mejor que nadie. Por esta razón ha decidido revelar el secreto mejor guardado: por qué todos, en el fondo, somos unos perfectos Godínez.