Nos adentramos a lo largo del laberinto de la historia para conocer qué es el grafiti y, en concreto, saber qué funciones, constantes y matices ha tenido el grafiti de firma en distintas circunstancias. Gracias a ello, podremos descubrir una serie de falacias tejidas a su alrededor, como esa que afirma que el grafiti es algo ilegal, efímero y vandálico, valores creados entorno a una sociedad controladora y capitalista. Tampoco es un ejercicio natural, rudimentario e ingenuo, planteamiento propio de una visión romántica. Se trata de una actividad cultural hija de la civilización que se define, en todo caso, como marginal, precaria y gamberra, con una precisa funcionalidad dentro de lo ordinario y lo extraordinario, del festejo de la libertad y de la denuncia de la injusticia. En el caso del grafiti de firma, el yo-soy, el yo-estuve y el yo-existo se enredan y conjugan, además, de un modo cada vez más latente y patente en un mundo contemporáneo verdaderamente insatisfactorio y opresivo. Así, se confirman ciertas pautas culturales agudizadas en el hombre social de hoy, nunca antes tan dominado por los sueños de libertad y las quimeras utópicas, y a la vez tan enfrentado a los espejismos de un mundo feliz y los fantasmas del control totalitario. En definitiva, este ensayo es un pretexto excelente para tratar de modo general cuestiones tan fundamentales para nuestro mundo actual como la identidad, la esencia humana, los márgenes de la cultura y la sociedad, la cultura popular y la contracultura, la vertebración, integración y participación en la construcción social de los individuos y los grupos sociales, o los diferentes modos en que el ser humano afronta la vida e, incluso, la muerte física y social. La firma como un grito vital frente a la civilización del “hombre blanco”, definida como la dominación encadenada del hombre por el hombre.
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