Tras muchos años de voluntaria ausencia, Julio -que vive y trabaja en Barcelona como productor de series para la televisión- vuelve a Rusdilde, su ciudad natal, con motivo del fallecimiento de Miguel, su mejor amigo, parapléjico a causa de un accidente con la bici cuando tenía quince años. Horas antes de tomar el avión de vuelta a Barcelona, Teresa, la madre de Miguel, le hace entrega, a modo de legado, de un pequeño paquete, cumpliendo así una de las dos últimas voluntades de su hijo. Después de dejar a Teresa, Julio se dirige al cementerio para despedirse definitivamente de su amigo. La presencia ante su lápida de una mujer desconocida, profundamente apenada, no sólo desarma sus más inmediatas intenciones sino que le sume en un acentuado desconcierto sobre su verdadera identidad. Una vez que salen del cementerio, la mujer y Julio coinciden en el autobús que los llevará -tras un trayecto de unas horas- al aeropuerto. Julio decide abrir el regalo de Miguel. Y ese regalo será el pasaporte que le permitirá emprender un viaje emocional al mundo de Miguel, de sus familiares, de Los Centauros -la pandilla que ambos compartieron-, de sus vecinos, de los objetos y de los paisajes que constituyeron el atrezzo de sus vivencias.
Con el hilo conductor de la voz narrativa -actuando como una brújula existencial- y la mirada sensible, irónica e imaginativa de Miguel -mezclando realidad y ficción-, éste nos hace cómplices de la búsqueda por parte de sus familiares, amigos y vecinos, seres humanos con sus luces y sombras, con mayor o menor fortuna, de un refugio a sus realidades, de una trinchera contra sus rutinas, radiografiando así el impulso entusiasta e ilusionante que les permite soñar con una salida reconfortante para sus carencias, deseos y necesidades. Miguel consigue que, sonriendo con lágrimas en los ojos, reflexionemos sobre lo que de extraordinario hay en la existencia cotidiana de la gente corriente, conduciéndonos a sus esperanzas y zozobras, como si esos personajes viajaran en busca de una estancia mejor ventilada. Nos habla de los rayos de luz que iluminan la vida de un matrimonio sordomudo, de un catedrático de Filosofía que descubre una fuente de conocimiento poco “convencional”, de un faro que se atreve a desafiar las leyes de la naturaleza, de una enfermera que intenta “vivir” un romance cinematográfico o de la conciencia de un hombre soberbio que -tratando de redimirle- acaba completamente resignada. Y, finalmente, como Miguel no deja nada al azar, tratará de que Julio halle una razón para volver a Rusdilde.
Con el hilo conductor de la voz narrativa -actuando como una brújula existencial- y la mirada sensible, irónica e imaginativa de Miguel -mezclando realidad y ficción-, éste nos hace cómplices de la búsqueda por parte de sus familiares, amigos y vecinos, seres humanos con sus luces y sombras, con mayor o menor fortuna, de un refugio a sus realidades, de una trinchera contra sus rutinas, radiografiando así el impulso entusiasta e ilusionante que les permite soñar con una salida reconfortante para sus carencias, deseos y necesidades. Miguel consigue que, sonriendo con lágrimas en los ojos, reflexionemos sobre lo que de extraordinario hay en la existencia cotidiana de la gente corriente, conduciéndonos a sus esperanzas y zozobras, como si esos personajes viajaran en busca de una estancia mejor ventilada. Nos habla de los rayos de luz que iluminan la vida de un matrimonio sordomudo, de un catedrático de Filosofía que descubre una fuente de conocimiento poco “convencional”, de un faro que se atreve a desafiar las leyes de la naturaleza, de una enfermera que intenta “vivir” un romance cinematográfico o de la conciencia de un hombre soberbio que -tratando de redimirle- acaba completamente resignada. Y, finalmente, como Miguel no deja nada al azar, tratará de que Julio halle una razón para volver a Rusdilde.