Hubo un tiempo en que en el Támesis abundaban los salmones; en el que los majestuosos carruajes cortaban el silencio con el trotar de sus nobles caballos bajo las amarillentas luces de las farolas. Hubo un tiempo en el que los olores de la gran ciudad eran transportados por los golpes caprichosos del viento. Tiempos en los que la niebla de sus ojos y los contornos de sus caderas eran su más preciada obsesión. Pero sobre todo eran tiempos en los que Él sabía perfectamente quien era. Todo eso pertenece ya al pasado, pero a un pasado que se niega a borrarse incluso ante el inmisericorde e implacable paso del tiempo. Ahora su obsesión es una conversación: La Conversación Que Nunca Tuvo Lugar. Ajeno a las atormentadas divagaciones de un Dios, Adán cumple condena en una prisión oscura y desubicada. Una prisión llena de terror y tortura, donde las paredes parecen tener vida propia y la maldad se cobija tras cada sombra.
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