Miguel de Cervantes y Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547. Fue novelista, dramaturgo, y poeta—criticado por él mismo—considerado como uno, si no el más grande escritor de la lengua española de todos los tiempos, aún cuando nunca estudió en alguna universidad. Don Quijote de la Mancha es su obra más conocida la cual ha trascendido naciones, culturas, idiomas y épocas. Ha sido leído por niños y adultos, hombres y amas de casa, ricos y pobres. El mismo describió su propio retrato en la obra: “de rostro aguileño, de cabello castaño…las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro”.
El hidalgo Don Quijote de la Mancha quiere limpiar al mundo de canallas, parlanchines y mentecatos: ¿Lo logra? Todavía hoy lo está logrando pues si bien es utópico pensar que fuerza humana pueda llegar hasta ese peldaño, él supo trascender las épocas y traernos esa victoria denunciándola y haciéndola llegar hasta nuestra razón.
No son pues los caracteres de Sancho y Don Quijote una contradicción de las almas de un pueblo, digamos que del español de entonces. Ellos se complementan como un matrimonio literario: uno quiere la justicia, base compartida de toda sociedad, la denuncia con sus ideales, el otro es práctico, quiere verlas en la realidad; pero ambos: el anunciador y el corroborador, están activos en su denuncia. Sancho no se opone a las disparatadas de su señor por la estética del mensaje sino por el método de llevar a cabo la obra. El es un discípulo que da su opinión sin temor, ya que su amo tampoco es un arrogante manipulador, sino un hidalgo de la esperanza, un caballero.
El hidalgo Don Quijote de la Mancha quiere limpiar al mundo de canallas, parlanchines y mentecatos: ¿Lo logra? Todavía hoy lo está logrando pues si bien es utópico pensar que fuerza humana pueda llegar hasta ese peldaño, él supo trascender las épocas y traernos esa victoria denunciándola y haciéndola llegar hasta nuestra razón.
No son pues los caracteres de Sancho y Don Quijote una contradicción de las almas de un pueblo, digamos que del español de entonces. Ellos se complementan como un matrimonio literario: uno quiere la justicia, base compartida de toda sociedad, la denuncia con sus ideales, el otro es práctico, quiere verlas en la realidad; pero ambos: el anunciador y el corroborador, están activos en su denuncia. Sancho no se opone a las disparatadas de su señor por la estética del mensaje sino por el método de llevar a cabo la obra. El es un discípulo que da su opinión sin temor, ya que su amo tampoco es un arrogante manipulador, sino un hidalgo de la esperanza, un caballero.