Mario Vargas Llosa domina con maestria las técnicas del arte de escribir literatura. La elegancia y el grado de perfección de su prosa, es solo propia de aquellos privilegiados con el don de ese oficio. Pero el Mario Vargas Llosa, político converso, no es cosa buena. En esa faceta, es un ser mefistofélico, un genio del mal, en la que se da la condición, como si en un mismo cuerpo pudieran convivir ángeles y demonios, y que en esa ambigüedad, el mal haya vencido al bien. Estas alteraciones de su personalidad, lo tipifican con un perfil patológico, que deriva en un hombre al que le falta la grandeza que da la sabiduria. Es lo que podemos inferir de alguien que como él, se ha dispuesto a defender el neoliberalismo, un modelo económico que con su práctica egoista de la maximización de las ganancias a como dé lugar, en conjunción con el incremento del gasto militar en ejércitos y armas, la destrucción del Medio Ambiente, el narcotrafico y el consumo masivo de drogas, está llevando a la humanidad a guerras que producen destrucción de riquezas, desolación, iniquidades, pobreza, hambre, extremas desigualdades sociales, precariedades absolutas, y toda clase de sufrimientos y penurias, que nos están abocando a una catástrofe apocalíptica.
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