Cuarta entrega de la policía nacional Diana Dávila.
La oficial de policía nacional, Diana Dávila, se traslada a Laspaúles, una población de Huesca relacionada históricamente con la brujería.
El motivo de que Diana se desplace a Laspaúles es porque han asesinado a Andrés Hernández, un amigo de la oficial destinado en la comisaría de Huesca, en lo que parece un ritual relacionado con la brujería. La joven agente se ve obligada a implicarse en la investigación en el momento que recibe una llamada perdida, desde el móvil del policía de Huesca, justo en el instante que es asesinado.
Enfrascada en seguir la pista, de los últimos pasos de Andrés, descubre que semanas antes había recibido el encargo de un banquero de Zaragoza, al que le robaron una edición original del Fausto de Goethe de 1882, de un valor incalculable. Registrando el ordenador del policía asesinado descubre que, en sus últimas notas, apunta como sospechosas a cuatro amigas jóvenes de esa localidad, a la que todos los vecinos de la villa tienen como brujas.
Una cosa ha de tener en cuenta Diana Dávila: y es que con la brujería no se juega.
La oficial de policía nacional, Diana Dávila, se traslada a Laspaúles, una población de Huesca relacionada históricamente con la brujería.
El motivo de que Diana se desplace a Laspaúles es porque han asesinado a Andrés Hernández, un amigo de la oficial destinado en la comisaría de Huesca, en lo que parece un ritual relacionado con la brujería. La joven agente se ve obligada a implicarse en la investigación en el momento que recibe una llamada perdida, desde el móvil del policía de Huesca, justo en el instante que es asesinado.
Enfrascada en seguir la pista, de los últimos pasos de Andrés, descubre que semanas antes había recibido el encargo de un banquero de Zaragoza, al que le robaron una edición original del Fausto de Goethe de 1882, de un valor incalculable. Registrando el ordenador del policía asesinado descubre que, en sus últimas notas, apunta como sospechosas a cuatro amigas jóvenes de esa localidad, a la que todos los vecinos de la villa tienen como brujas.
Una cosa ha de tener en cuenta Diana Dávila: y es que con la brujería no se juega.