Reconocido por los lectores y la crítica, dentro y fuera de su país, como una de las nuevas voces más destacadas de la literatura latinoamericana, el argentino Luis Benítez nos acerca en esta nueva novela de su autoría una visión singular: la de un siglo XIX donde Europa se bambolea entre la bancarrota y las luchas imperiales, mientras las historias individuales de los hombres y las mujeres comunes sufren las consecuencias de la ambición y el delirio de los más poderosos.
En medio de esta trama se desliza la sombra de Charles Baudelaire, el padre de la poesía moderna, asediado por el fantasma de su amante, la bellísima e inescrupulosa Jeanne Duval, mientras el supuesto embajador de un lejano país, entonces conocido como la Confederación Argentina, insiste ante la corte del emperador francés, el último Bonaparte en el poder, para conseguir urgentemente un empréstito que, en realidad, no ha solicitado nadie. En tanto, un duque de sangre real pone en funcionamiento todas las maquinaciones posibles para alcanzar la gloria científica de su tiempo, con un plan tan descabellado como impracticable: medir una porción del planeta para rectificar el sistema métrico decimal.
Estas y muchas otras historias, protagónicas y secundarias, se entretejen en El Metro Universal para dar un conjunto atrapante, que el lector no podrá abandonar hasta la última página. Ironía, agudas descripciones, intrigas asombrosas, personajes caricaturescos y otros trágicos, se conjugan en esta novela donde las miserias humanas no impiden sentir ternura por algunos y aborrecer a otros, aunque se imponga -en definitiva- una misma conclusión: más allá de lo que nos digan las historias oficiales, las convenciones políticas y los sobreentendidos académicos de todo tiempo, la humanidad siempre estuvo bastante loca.
En medio de esta trama se desliza la sombra de Charles Baudelaire, el padre de la poesía moderna, asediado por el fantasma de su amante, la bellísima e inescrupulosa Jeanne Duval, mientras el supuesto embajador de un lejano país, entonces conocido como la Confederación Argentina, insiste ante la corte del emperador francés, el último Bonaparte en el poder, para conseguir urgentemente un empréstito que, en realidad, no ha solicitado nadie. En tanto, un duque de sangre real pone en funcionamiento todas las maquinaciones posibles para alcanzar la gloria científica de su tiempo, con un plan tan descabellado como impracticable: medir una porción del planeta para rectificar el sistema métrico decimal.
Estas y muchas otras historias, protagónicas y secundarias, se entretejen en El Metro Universal para dar un conjunto atrapante, que el lector no podrá abandonar hasta la última página. Ironía, agudas descripciones, intrigas asombrosas, personajes caricaturescos y otros trágicos, se conjugan en esta novela donde las miserias humanas no impiden sentir ternura por algunos y aborrecer a otros, aunque se imponga -en definitiva- una misma conclusión: más allá de lo que nos digan las historias oficiales, las convenciones políticas y los sobreentendidos académicos de todo tiempo, la humanidad siempre estuvo bastante loca.