«Éste es un libro más sobre montañas, aunque en él no se pretende un acercamiento bajo la óptica de la ciencia o la orografía que estudian su composición, altura y desniveles, como dicen los montañistas, sino pensando en ellas como representaciones o símbolos de un principio que es el impulso ascendente para acercarse a la perfección, a la paz interior o a Dios.
La montaña es un símbolo universal, en autores como Jean-Paul Roux y Mircea Eliade se encuentra abundante información sobre los significados, atributos y cultos inspirados en las montañas, sean las más altas del planeta o las más pequeñas: moradas de los dioses, soporte del paraíso, ombligo del mundo, eje que une la tierra con el cielo, vía de penitencia o camino de perfección. En este contexto conviene incluir el Monte Carmelo, como símbolo de las virtudes y avatares de una de las órdenes religiosas más carismáticas en las que se ha sustentado el mundo católico. Y, hablando más concretamente, la idea de un Monte Carmelo mexicano, esbozado en la crónica del religioso fray Agustín de la Madre de Dios (siglo XVII) y años después pintada en una alegoría (1723) que actualmente se conserva en el Museo del Carmen de San Ángel.
El camino recorrido para descubrir el Monte Carmelo en este contexto de montañas simbólicas me llevó a reflexionar sobre el poder "in illo tempore" que tienen las imágenes, surgidas en tiempos y lugares distintos, para relacionarse hasta formar amplias redes de símbolos que, al ser diferentes, se atraen y relacionan porque todas ellas nacieron de un mismo principio, dinámico y significante, que en el caso de las montañas fue el impulso de ascender, de romper niveles y superarse hasta la sublimación». -Eduardo Báez Macías
La montaña es un símbolo universal, en autores como Jean-Paul Roux y Mircea Eliade se encuentra abundante información sobre los significados, atributos y cultos inspirados en las montañas, sean las más altas del planeta o las más pequeñas: moradas de los dioses, soporte del paraíso, ombligo del mundo, eje que une la tierra con el cielo, vía de penitencia o camino de perfección. En este contexto conviene incluir el Monte Carmelo, como símbolo de las virtudes y avatares de una de las órdenes religiosas más carismáticas en las que se ha sustentado el mundo católico. Y, hablando más concretamente, la idea de un Monte Carmelo mexicano, esbozado en la crónica del religioso fray Agustín de la Madre de Dios (siglo XVII) y años después pintada en una alegoría (1723) que actualmente se conserva en el Museo del Carmen de San Ángel.
El camino recorrido para descubrir el Monte Carmelo en este contexto de montañas simbólicas me llevó a reflexionar sobre el poder "in illo tempore" que tienen las imágenes, surgidas en tiempos y lugares distintos, para relacionarse hasta formar amplias redes de símbolos que, al ser diferentes, se atraen y relacionan porque todas ellas nacieron de un mismo principio, dinámico y significante, que en el caso de las montañas fue el impulso de ascender, de romper niveles y superarse hasta la sublimación». -Eduardo Báez Macías