GABRIEL, UN ADOLESCENTE de catorce años, vivía en las proximidades de un bosque. Algo alejados de su casa, pero a la vista, se destacaban varios árboles de majestuosa copa que, creciendo aquí y allá, preludiaban el bosque de la cercanía. Con gran empeño y dedicación, Gabriel había construido una sencilla vivienda sobre uno de estos árboles. Era época de floración y el ambiente estaba cargado de perfumes deliciosos. Aprovechando las suaves ondulaciones del terreno, Gabriel se desplazaba en bajada hasta la casita del árbol montado sobre un vehículo que consistía en una tabla con cuatro ruedas, dirección y unos frenos rústicos. El colorido de las flores rodeando la casa y las campiñas realzaban con su toque colorido el marco de esa zona forestal y rural. Así comienza la historia que termina en enfrentamientos con seres aborrecibles del inframundo y que regresan indemnes y fortalecidos al mundo de todos los días.
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