A las tres de la mañana, cinco jóvenes de apariencia fastuosa, entraban en un baile en San Petersburgo dispuestos a divertirse. La mayoría de los invitados eran muy jóvenes y abundan entre ellos las mujeres hermosas. El piano y el violín tocaban sin interrupción, una polka tras otra. El baile y el ruido no cesaban; pero los concurrentes parecían aburridos; sin saber por qué era visible que no reinara allí la alegría que en tales fiestas parece debe reinar. Varias veces probaron algunos a reanimarla, pero la alegría fingida es peor aún que el tedio más profundo.
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