Sebastián León profundiza y expande la apuesta de concebir y practicar una psicoterapia donde el terapeuta pueda estar presente como persona real y no como un ente técnico impersonal, impostado e inauténtico. Pone el acento en el contacto del psicoterapeuta con su propia vulnerabilidad, sin refugiarse en teorías ni técnicas; en el llamado a la creatividad y a la capacidad de jugar.
De estas páginas se desprende una ética de la vulnerabilidad: reconocer la propia locura y no negarla.
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