Es la historia de una mujer alegre y sencilla, con una fe cristiana honda que la llevó a arriesgar la vida en momentos difíciles. El título de la obra alude a la persecución de que fue objeto ella y otras maestras creyentes. Fueron buscándolas en sus pueblos y, cuando llegaron a la casa de una de ellas, dijeron "El pájaro de ésta, voló", al no encontrarla. A Victoria sí la encontraron. Ella se movía entre el fuego de los violentos y el fuego más profundo de su afán evangelizador, desarrollado sobre todo en la catequesis del pueblo. Sevillana, vitalista, creativa, pintora, alegre y comprometida hasta la médula en levantar la dignidad de los pueblos en los que realizó su misión, y en transmitir la honda fe cristiana que había recibido como don. Bebió de la pedagogía de san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, que aplicó con gran dedicación en Cheles (Badajoz), y sabiendo que arriesgaba todo en Hornachuelos (Córdoba). Fue ejecutada a los 32 años en Hornachuelos, pueblo tomado por elementos promotores de una revolución anarco-libertaria, que acabó con las autoridades en su mayoría socialistas y republicanas, legalmente constituidas, fomentada por cabecillas de otros pueblos cercanos y secundada por escopeteros de la localidad. En la madrugada del 12 de agosto, junto al sacerdote y otros dieciséis vecinos, fue fusilada en la Mina del Rincón, a doce kilómetros del pueblo. Su fama de santidad fue muy temprana: murió como había vivido. Los habitantes de Hornachuelos se unieron para mantener viva su memoria. Fue beatificada por Juan Pablo II en Roma, en 1993. Hoy llevan su nombre como inspiración centros educativos de diversos países y un centro de estudios teológicos en la diócesis de Córdoba.
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