Para comprender la opción teológico-pastoral del papa Francisco hay que adentrarse en la teología de la liberación y en el modo en que esta fue recibida en Argentina por medio de la teología del pueblo. A partir de este marco, Francisco ofrece un discernimiento de los estilos de vida en esta época global marcada por la indiferencia a los pobres. Esto exige superar la «cultura eclesial», que lleva a una religión privada y pietista, y pretende vivir un cristianismo sin Evangelio que no conecta con el mundo de vida de los pobres. Como solía decir en Buenos Aires: «No hay que hacerle caso a aquellos que pretenden destilar la realidad en ideas; no nos sirven los intelectuales sin talento ni los eticistas sin bondad». Su propuesta trata de recuperar la primacía de lo verdaderamente cristiano, de «vivir a fondo lo humano» (Evangelii gaudium 75), y recordar que el futuro del creyente cristiano no es la Iglesia, sino el Dios del Reino que se revela en la praxis de Jesús. Al final, la Iglesia como institución cesará y solo permanecerá la verdadera fraternidad entre los hijos de Dios (Mt 25,34-45).
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