Íntimamente los artistas creen que su trabajo es una actividad sublime que los ubica en un lugar muy especial con respecto a sus congéneres.
A grandes genios como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti o Rembrandt, les hemos creado un halo sobrenatural que los ha posicionado en nuestras mentes como seres tocados por lo divino, porque logran transmitir con su obra no lo que ven y escuchan, sino lo que sienten, lo que los apasiona, y eso nos ha conmovido desde hace siglos.
Los artistas no copian los colores de la naturaleza, los reinventan. Captan la belleza de un paisaje, un cuerpo armónico o la furia de una tormenta, y siempre van más allá; trascienden lo material para hacernos sentir la tristeza de la miseria, la soberbia de un hombre, la dulzura de un rostro, el amor hacia un hijo o la furia imponente del mar. Hacen que el mundo pase a través del tamiz de sus fibras más sensibles y lo transforman, lo recrean a su antojo.
El Pintor es una novela que nos narra una experiencia ultraterrena que nos lleva por los senderos oscuros de la creación artística y nos asombra con el poder que ejerce sobre los hombres que pueden pagar cientos de millones de dólares por un lienzo embadurnado de pintura y enmarcado en madera. Nos cuenta la historia de un amante del arte y en especial de un periodo que marcó su alma. Nos relata con amenidad lo que un pintor apasionado puede llegar a hacer, primero por ambición, y luego por amor.
En esta obra las épocas pictóricas se entrelazan y unen en el pincel de un solo hombre y a través de él se manifiestan para asombrarnos y convencernos de que el arte nunca muere, sólo se reproduce.
La trama seduce y da giros inesperados que pueden emocionar inclusive a los lectores asiduos a las novelas detectivescas, como las escritas por Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie o Dashiell Hammett, sin pretender comparar esta obra con las de estos tres grandes maestros de la intriga y el misterio.
A grandes genios como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti o Rembrandt, les hemos creado un halo sobrenatural que los ha posicionado en nuestras mentes como seres tocados por lo divino, porque logran transmitir con su obra no lo que ven y escuchan, sino lo que sienten, lo que los apasiona, y eso nos ha conmovido desde hace siglos.
Los artistas no copian los colores de la naturaleza, los reinventan. Captan la belleza de un paisaje, un cuerpo armónico o la furia de una tormenta, y siempre van más allá; trascienden lo material para hacernos sentir la tristeza de la miseria, la soberbia de un hombre, la dulzura de un rostro, el amor hacia un hijo o la furia imponente del mar. Hacen que el mundo pase a través del tamiz de sus fibras más sensibles y lo transforman, lo recrean a su antojo.
El Pintor es una novela que nos narra una experiencia ultraterrena que nos lleva por los senderos oscuros de la creación artística y nos asombra con el poder que ejerce sobre los hombres que pueden pagar cientos de millones de dólares por un lienzo embadurnado de pintura y enmarcado en madera. Nos cuenta la historia de un amante del arte y en especial de un periodo que marcó su alma. Nos relata con amenidad lo que un pintor apasionado puede llegar a hacer, primero por ambición, y luego por amor.
En esta obra las épocas pictóricas se entrelazan y unen en el pincel de un solo hombre y a través de él se manifiestan para asombrarnos y convencernos de que el arte nunca muere, sólo se reproduce.
La trama seduce y da giros inesperados que pueden emocionar inclusive a los lectores asiduos a las novelas detectivescas, como las escritas por Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie o Dashiell Hammett, sin pretender comparar esta obra con las de estos tres grandes maestros de la intriga y el misterio.