Desde el convencimiento de que todo paisaje no sentido está ya muerto Joaquín Araújo desemboca, con raudales de emoción, en las propuestas del derredor. Sensibilidad hacia la Natura que le convierte en interlocutor del paisaje; en un traductor de sus lenguajes. Sus innumerables y casi incesantes contemplaciones aparecen aquí destiladas en forma de aforismos poéticos, haikus y otros poemas. Todos ellos precedidos de pequeños ensayos sobre las relaciones de nuestros cinco sentidos con las causas que nos permiten usarlos. En definitiva, propone que no nos perdamos del todo perdiéndonos el más bello espectáculo del Universo, que es la vida y sus mansiones en la Tierra.
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