"Yo conocí, finalmente, a dónde había llegado. Ese prado era célebre en nuestras comarcas con el nombre de prado Biézhin... Pero de regresar a casa no había ninguna posibilidad, en particular en una hora nocturna, las piernas se doblaban debajo de mí de cansancio. Decidí acercarme a las fogatas y, en la sociedad de esas personas que tomaba por pastores, esperar el amanecer. Descendí de forma favorable, pero no alcancé a soltar de la mano la última rama atrapada por mí, cuando de pronto dos perros grandes, blancos, peludos, con un ladrido rabioso se lanzaron hacia mí. Unas sonoras voces infantiles repicaron alrededor de los fuegos, dos-tres chicos se levantaron de la tierra con rapidez..."
Iván Turguéniev
Iván Turguéniev