El príncipe Baltasar Carlos fue un príncipe de verdad, hijo de un rey de verdad que se llamaba Felipe IV. Tenía un precioso caballito con el que jugaba sin salir de los jardines de Palacio. Pero una tarde descubrió que una de las puertas estaba abierta, y... su caballito y él la cruzaron. No querían escapar, solo asomarse un momentito, dar dos o tres paseos fuera, mirar a los niños que jugaban en el río y luego regresar. ¡Pero los niños se divertían tanto y él tenía tantas ganas de jugar...! ¿Qué sucedió? Pues que el Príncipe se olvidó de que era príncipe, jugó toda la tarde, y después... Después se perdió.
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